Mi reflexión sobre
un reo de espanto MI VOZ ESCRITA (2)
Escrito por: Jorge Herrera (jorgerrera15@hotmail.com)
En la parte “in fine” de mi colaboración del viernes 25, sugerí que si se aspira a una salida feliz en la JCE, la intervención de la iglesia tiene que partir del antecedente que protagonizó Franklin Frías. La salida forzosa de Miguel Ángel García del Centro de Cómputos para sustituirlo por ese señor, evidencia un mefistofélico plan.
Los “peledeses” en el 2004 alegaron que Frías es un hacker en asuntos electorales; y si Hipólito consintió en sacarlo del departamento de informática por recomendación de Agripino, ¿cuál es el problema? ¿Es que antes el asunto era con guitarra y ahora es con violín? Pienso que de esta trastada perversa, también tendría que rendir cuentas Francisco Javier García.
A más de reo de espanto por el fardo que arrastra junto a su “canchanchán” Ramón Rivas, se le sindica como mentor de las travesuras que ejecuta Roberto Rosario. Un hijo de aquél, de triste recordación para los banqueros de Lotería, y que, según reveló Alicia Ortega, está en la Unidad Administrativa de la presidencia de la Junta, se dice que fue llevado allí por Francisco Javier, sabrá Dios con cuál misión.
De las alegadas fechorías de ese muchacho, recibí confidencias graves cuando su padre administraba los sorteos del Estado; y en un acto de condescendencia más que fraterno, alerté a una de sus tías sobre lo que ya tenía categoría de clamor. La reacción, de tan “ingenua”, me pareció incriminatoria. Poco le faltó a esa señora para asegurarme que el Divino Niño y el Niño de Atocha, no se podían comparar con su sobrino.
Uno es como es, como lo enseñaron a ser o como quiso ser. Asunto de albedrío. Se me ocurre que mi padre fue un “cuasi analfabeto ilustrado”, por cuanto con sólo la intuición y las vivencias, supo asimilar la instrucción de Shakespeare a través del monólogo de Hamlet: To be or not to be: that is the question.
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